martes, 31 de marzo de 2009

Paredes

Sientes tu aliento rebotar contra la fría pared y llegar a tu cara. Tu sudor cubre tu cuerpo. La oscuridad lo invade todo y las sogas de tus pies y tus manos jamás cederán. La sangre corre de tus manos y tus tobillos lacerados, humedeciendo el suelo y haciéndote sentir con las plantas de los pies la viscosa sangre semi coagulada.
No puedes dar un paso hacia delante, atrás o a los lados. Las paredes se cierran contra tu cuerpo como un ataúd. Como una garganta.
No puedes sentarte, acostarte y tampoco recargarte. No hay espacio. El techo mantiene tu columna vertebral doblada. Mantiene tu nuca contra la piedra fría mientras aspiras aquel vapor olor acre de tu sangre.
Una lágrima escapa de tus ojos. Tratas de gritar, pero se te olvida que la bola que tienes en la garganta te podría asfixiar. Se ha atorado en tu garganta. Luchas contra esto. Presionas contra tu estómago lo más que puedes y… lo lograste. Estás respirando, pero un pedazo de tela atado a tu boca filtra tu pestilente vomito.
El olor se mezcla con el de la sangre. Tu mundo empieza a dar vueltas. El vértigo te inunda junto con tu sudor. Quieres morir pero no puedes moverte, quieres respirar aire pero no puedes escapar. Quieres esconderte pero no sabes de que. Solo te queda una cosa, una opción, una ley.
Así es la vida cuando vives lo que te dicen que vivas.